LOS JÓVENES ¿HACIA DÓNDE VAN?
Si el Estado se hace cargo de la educación de nuestros hijos, ¿qué pasa cuando este “papá sustituto” falla y se corrompe? ¿No será la rebeldía, el hastío e indiferencia una sentida respuesta?
La formación integral de un hijo es indelegable, no es endosable, ya que “educar” no es lo mismo que “formar”. Aún sabiendo que la verdadera “formación” comienza en casa, la educación debe tender a “darle herramientas” al individuo, pero no se puede formar a alguien sin autoridad –una sana autoridad-, y esto porque cuando ésta falla, se destruyen las confianzas. Es más, si “los afectos” de estos hijos son ignorados, nos viene de vuelta, más temprano que tarde, “la insensibilidad”, un fenómeno que casi siempre desemboca en drogas, incomunicación y vaciedad. Esta “insensibilidad” es una forma más “light” para referirnos a la cruel “indiferencia”.
Las protestas estudiantiles en Chile, conocidas en su origen como “Marcha de los “pingüinos”, –marchas que continuarán no sabemos hasta cuándo–, revelan que más que un clamor por el derecho o acceso a la educación, es una demanda con “efecto retroactivo” del espacio vital que involucra el desarrollo personal y existencial de toda persona; es un reclamo muy íntimo de miles de corazones descontentos. “Asegurarse el futuro” es el desafío, futuro que no ven para nada claro en el horizonte.
Muchos de ellos son “hijos sin padres”, carentes de algún tipo de calor hogareño. Dado el mundo que se les vino encima, la educación se hizo imperiosa como medio de soporte y validación. Como un hueso perdido en la llanura -y sin disimular el hambre-, miles de jóvenes buscan hoy el preciado “título” que adornará el “curriculum”. Quién lo halle, se dice que alcanzará posición y recursos.
Como efecto negativo, hoy son muchos los jóvenes que buscan un título de una profesión que en verdad no les identifica o sencillamente no aman. Lo que los motiva es “el peso del dinero”, el “poder adquisitivo”, escondiendo y cargando con ello un sentido de injusticia, de “bronca social” por el mundo en que nacieron. A uno de los “culpables” que responsabilizan es precisamente al Estado, un “papá” que lamentablemente se declara impotente pata satisfacer todas las demandas de esta vilipendiada juventud. Lo triste es que muy en la “íntima”, esta generación sigue desamparada y con sus corazones fríos. La “anarquía” acecha en cada esquina y el instrumento preferente que hacen oír tiene un nombre, se llama Violencia. Hemos sembrado vientos y lo que estamos cosechando son crueles e implacables torbellinos.
Casi mil años antes de Cristo, el salmista preguntó: ¿Con qué limpiará el joven su camino? (Salmo 119.9). Es la misma pregunta, es el mismo problema y no hallamos sino la misma respuesta: “Guardar Su Palabra”. Es decir, observar, respetar y ceñirse al plan y diseño del Creador. No obstante, -al Creador con sus preceptos y sus leyes-, lo han sacado de en medio, a codazos, empujones y paso a paso. Esta es una de las razones del por qué los caminos de hoy son turbios y difusos. Vivimos en un mundo en dónde se ha enquistado la relatividad moral, tal como una llamada al “recreo” en dónde todo vale. El uso de la libertad individual ha superado aún a las mismas leyes. El Legislador de turno –de derecha o izquierda-, no puede afectar la conducta ni “limpiar” el camino de tantos jóvenes sin esperanza. La irresponsabilidad moral nos ha convertido en “un lobo para todo hombre” y las protestas del descontento social van en aumento cada día. ¿Qué debiéramos hacer entonces?
La canciller alemana Angela Merkel dijo oficialmente de forma sorprendente: “Europa debe volver a Dios y a la Biblia para superar la crisis” (Suiza, Oct.2015). Y lo dijo el segundo Mandatario más poderoso del mundo. La “malformación” de la actual sociedad nos demanda ser “re-formados”. Todavía hay esperanza para quién reconoce su condición y se levanta para volver a la “casa del padre”. Tanto extravío no se condice con la inteligencia que presumimos tener. Confundir a Dios con religión agrava aún más el asunto. Quedarnos pegado con los horrores de la Historia no es saludable. De entre todos los ejemplos personales históricos siempre habrá más de alguno que debiera ser nuestro modelo o referente. Y en eso no podemos perdernos: Jesús es el modelo perfecto. No se alzó como un profesor, él es Maestro. No tan solo habló y comunicó su mensaje, sino que lo demostró sin duda alguna. Único en su porte, sencillo en su carácter, incomparable en sus obras y sabiduría; trascendente en su santidad, pero cercano a los que se le acercan y se atreven a conocerlo. Él le volvió a “dar forma” a nuestra naturaleza caída. Él puede abrazar al leproso alienado de la sociedad y perdonar a quien está a punto de ser apedreado. En fáciles palabras: Él puede encontrar el oro en la basura.
Conocí o supe de Jesús desde niño, por una sana información religiosa, después lo advertí en mis inicios de juventud, y hoy que he llegado casi a los sesenta, todavía no logro conocerlo y admirarlo como quisiera. Él limpió mi camino, me invitó a guardar su Palabra –libremente me sometí a su autoridad-, le creí y luego le seguí… él va adelante, simplemente voy tras sus huellas, y el horizonte se hace cada día más ancho, más cierto y aún más placentero. He llegado a amarlo como no sabía que podría hacerlo.
Sean bendecidos en Cristo.
AGAL 161029.-