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¿HOMOFÓBICOS NOSOTROS?

“La verdad, por ser lo que es, se defiende a sí misma” (AGAL).

Decir: “Soy heterosexual, es discriminativo”. En estos días de búsqueda de una unidad valedera, y cuando todos los esfuerzos “verbales” se dirigen hacia los consensos, diversidad e inclusión, decir lo anterior resulta una insinuación “homofóbica” intolerable que acarrea desagradables consecuencias mediáticas. Lo que se siente en el ambiente de este último tiempo, me imagino, es algo parecido al horror de una hoguera medieval inexorable que buscaba castigar y exhibir a los “alienados” sociales que no se metían en las masivas filas del oscurantismo. Más que al temible “cadalso mediático”, lo mínimo que se siente, es miedo al ridículo o al rechazo generalizado.

No debemos negar el derecho o la opción que todos tienen de expresarse, pero ¿por qué reprimen la nuestra? ¿Llevarme a los tribunales de justicia por decir mi legítima opción personal? Sin el ánimo de desprestigiar la “mercadería ajena” –la libre opción de los demás-, cuando promovemos la nuestra, ¿por qué somos tildados de intolerantes? ¿No será esto una “pasada de cuenta” a la vieja Historia con sus relatos en donde abundan crueldades sociales y discriminaciones aberrantes y de la cual yo no tengo culpa ninguna?

Lo que más preocupa, es la violencia con que se ha instalado el tema en la sociedad chilena. Es impresionante. Desde los viscerales ataques verbales de predicadores callejeros en contra de la “Ley de No Discriminación”, -muchos de ellos “n.n.”- pero mediatizados por las noticias de TV.-, hasta una perversa e injusta reacción en contra de líderes religiosos de cualquier iglesia por parte de los gays, “trans” y lesbianas, reconocidos todos ellos como discriminados o “postergados” sociales.

Tengo la percepción –o la extraña sensación-, de que estamos volviendo a los tiempos de antaño, cuando ser comunista era muy mal visto por la sociedad, cuando los judíos eran tildados como “perros judíos” despreciables y los de la raza negra descritos como seres “sin alma o inteligencia”. En el altiplano o la selva amazónica los indios o aborígenes eran llamados “salvajes” y en Chile, los protestantes eran moteados como “canutos” de manera despectiva y sin derechos civiles por no pertenecer a la iglesia oficial. Así, de igual forma, ser cojo, escribir con la mano izquierda, ser bizco o tartamudo, ser gordo o muy chico, etc., hacía presumir una tragedia familiar o personal que se tornaba hasta incomprensible. Por ello, creo firmemente que todas estas formas de “definiciones” han sido una lacra invasiva que no nos ha permitido –y privado- establecer y disfrutar de buenas relaciones humanas.

Como un paréntesis de todo esto, si algo bueno nos ha traído la “globalización” es que ha derribado los muros de separación y nos ha acercado “los unos a los otros”. Siendo optimista, veo que la “información”, nos está permitiendo en primera instancia, “advertirnos”. Por lo menos, algo bueno está sucediendo, nos estamos oyendo.

Pero el problema es que hoy, dada mi reconocida “identidad sexual”, (un heterosexual explícito), al confesarla y declararla abiertamente, -aún con el debido respeto de la opción de los demás-, me sitúa en el cadalso como uno más de los “indeseables discriminadores” dignos de la “guillotina” social de estos últimos días. Al parecer la “tortilla se ha dado vuelta” y muchos todavía no se han enterado. Es injusto y poco claro por decir lo menos.

¿Qué hacemos entonces?

Guardar silencio, o pasar “piola” con el tema es una opción recurrente debido a que los temas “valóricos” están siendo rehuidos de las conversaciones, porque casi siempre terminan en agresiones verbales o en sendas descalificaciones personales. Antes en algunos restaurantes había letreros “prohibitivos” que decían: “Aquí no se habla ni de política, ni de religión”. Hoy habría que añadirle: “ni tampoco de identidad sexual”. Con cierta reserva podemos advertir que los derechos a la “libertad de expresión” de las mayorías, solapadamente están siendo violados, y esto quizá porque las “minorías” son más protagónicas comunicacionalmente hablando.

En un mundo en dónde impera “el dios de las comunicaciones” –el último “hombre fuerte” de los tiempos finales-, no es conveniente enfrentarse a él sin armas o argumentos válidos. Cada vez que esto ha ocurrido, más de alguno ha salido sumamente “trasquilado” por no tener ni siquiera un mínimo “derecho a réplica” en los “pseudo serios” y “populistas” paneles mediáticos. Bueno, aparte de que al parecer a casi nadie le interesa la respuesta correcta, la pregunta sigue latente: ¿Qué hacemos entonces? Hay muy pocas opciones.

Permítanme algunas reflexiones:

· ¿Cuándo han perseguido a un iconoclasta (anti-religioso) que hace sorna o se mofa de Jesucristo? Me refiero a estos últimos días.

· Los que se han atrevido a hacer lo mismo con Mahoma, ¿cómo la han pasado? (tristemente recordemos nada más el atentado que sufrió el semanario satírico francés de Charlie Ebdo acaecido el 07 de enero 2015).

· Hoy, burlarse del Papa, del Presidente, -y hacerlo públicamente-, aún de toda forma de autoridad, sale muy barato. Cuando decimos esto, en ninguna manera buscamos venganzas o actitudes reaccionarias y violentas.

· Decir y hacer lo que queramos, ¿es un derecho adquirido o es inherente y que tenemos todos como parte de la actual democracia?

· Si el derecho que tiene alguien de “expresarse libremente”, -y que está “garantizado en la Constitución-, viola la privacidad, la honra y menoscaba a una persona ¿no podríamos aplicar el recurrente axioma de que la “libertad tuya” termina cuando “comienza la mía”?

· ¿Hasta dónde somos realmente libres?

· Si la libertad de expresión es un “derecho humano”, éste debiera ser para todos. Pero, ¿tiene sus límites?

· Estos “límites” ¿son antojadizos y manipulados arbitrariamente por las minorías sexuales?

· Buscar la promulgación de una ley que cautele mis intereses o inclinaciones personales, en desmedro de los demás, ¿puede ser calificada de justa?

Una cosmovisión, de cualquiera sea el gobierno de turno, no puede imponerse a un país mediante leyes “espontáneas” y a la libre discreción de parlamentarios ocasionales. Recordemos que los gobiernos pasan y que el Estado permanece. Una sana convivencia social descansa en el respeto mutuo. Ni el autoritarismo o dictadura, ni una “aplanadora” de las opiniones y derechos de los demás son saludables para el progreso relacional. La “soberanía” personal es un mito y nada más que eso. Los paradigmas no se asientan así como así en la conciencia de la gente. Es necesario un proceso de entendimiento genuino.

Hace un tiempo atrás escribí una especie de pre-conclusión relacionada un poco con el tema: “La soberanía de los pueblos es una mentira. Siempre hay alguien o algunos que nos tienen “amarrados” por la fuerza o el derecho”.

¿Independencia o temor el juicio público?

Conozco gente que reprime hasta sus estornudos por temor al qué dirán (y no saben el posible daño cerebral en que incurren). Un manto de miedo está cubriendo las mentes de muchas personas. Están renunciando tácitamente a la libertad, la verdadera libertad, de decir con respeto y sin animadversión alguna, lo que piensan y sienten. Al respecto, me recuerdo el spot de televisión del marido que llega a casa y su esposa le sirve un plato de sopa y él, después de probarla, con una sonrisa, le echa un poco de sal, por lo que ella rompe en llanto y el esposo muy nervioso y ávido de aplacar “la ofensa o agravio cometido”, comienza a decir: “¡Le saco la sal, le saco la sal…!” agitando la cuchara sobre el plato y tratando de sacar la sal de la sopa.

¿No estaremos en presencia del mismo cuadro? ¿Tratando de sacarle la sal al plato –un hecho imposible-, y negando que a la sopa le falte, -según nuestro gusto-, un poco de sal?

¿De dónde tanta susceptibilidad del mundo gay?

¿Se sienten perseguidos y discriminados ante la confesión personal de un heterosexual?

¿Defienden sus derechos, y qué de los míos?

¿No reconocen que también tengo el derecho de expresarme libremente acerca de mis gustos, opciones y valores en los que creo?

¿De dónde tanta “intolerancia” hacia los que pensamos distinto?

¿La democracia no será una “dictadura de las mayorías? (aunque en este caso se trate objetivamente de “minorías”)

Por otra parte, hablando de injusticias “históricas”:

- ¿Saben acaso de las discriminaciones históricas en contra de nuestra fe evangélica en Chile?

- Ser evangélico, o “canuto” equivalía a ser ciudadano de segunda categoría.

- Hoy en día, decir que uno cree en Dios y en la Biblia, es “insultar la inteligencia” de los “científicos criollos” de una sociedad –o plebe-, sin cultura y reaccionaria; con mucha “información”, pero con muy poca cultura.

- “Los científicos, la ciencia lo ha comprobado, etc…”, pero ninguno de ellos ha comprobado nada. Hablan de los que otros “dicen que dijeron”, pero lo repiten hasta el cansancio, y con una convicción impresionante, cosas de las cuales no están seguros.

- Usan las “estadísticas” como un argumento a valorar, ignorando a propósito que éstas no son nada más y muchas veces, informaciones antojadizas y distorsionadas acerca de una realidad que se quiere imponer. Hay estadísticas para todos los gustos.

- El axioma “Miente, miente, miente, siempre algo queda” es una práctica subconsciente –o consciente-, de estos días.

- Las pseudo-verdades pululan por los medios informativos. Lo patético es que muchos las creen y luego las defienden a pie juntillas. Es conocida la vulnerabilidad de los ignorantes.

- Por ejemplo, es cuestión de ver las “estadísticas” de los partidos políticos después de una elección. Las estadísticas nos muestran, bla, bla, bla… “Todos ganaron, nadie perdió”.

- Un hijo mío me dijo esta semana: “Papá, el 80 % de lo que aparece en internet o redes sociales hoy en día, es mentira, incluyendo esta estadística que te estoy diciendo” (Plop).

Volviendo al tema, mejor ni hablar de la “discriminación” que sufrieron los primeros creyentes en Cristo y lo que hicieron con ellos en el renombrado Coliseo romano. ¿Se olvidan de los 300 años de persecución contra los cristianos?

Como cristianos, seguidores y amantes de Cristo, estamos llamados a tolerar y perdonar cualquier ofensa que recibamos. El reino de Dios no es “excluyente”. Dios quiere que todos los hombres vengan al conocimiento de la verdad, la salvación se ha revelado para todos los seres humanos, en tal sentido es “inclusivo” y no separatista. Dios nos manda amar aún a nuestros enemigos, y de seguro que ni los homosexuales, ni comunistas, ni católicos, ni musulmanes, etc. lo son. Ellos, como personas, no son nuestros enemigos y merecen todo nuestro respeto. El único enemigo que no debemos amar y que todos tenemos, es el “diablo”, aunque muchos ni siquiera crean en su existencia.

Discriminar es hacer acepción de personas y la Biblia es enfática en rechazarla, pero no así la “práctica” o perversidad sexual declarada y cometida. Esto, la misma Palabra de Dios lo describe muy claramente como: Pecado. Y si eso para algunos es “relativo”, y se opta por un camino distinto en donde impera la “ética situacional”, entonces, permítanme “disentir” y expresar libremente mi identidad sexual y manifestar los principios y valores en los que creo. Con todo respeto, digo.

Claro, me piden que en asuntos de fe, la opinión personal de cada uno sea de carácter privado, en otras palabras, que aún con los ojos bien abiertos, me calle la boca, todo esto “en pro de la unidad y de la sana convivencia”, pero, ¿qué del mundo gay y sus “prácticas públicas”? ¿No están “promocionando” abiertamente -y por todos los medios posibles- su libre “opción sexual”? ¿Ha visto usted alguna campaña publicitaria que diga: “Me gusta ser hombre” o “Me gusta ser mujer”? Como que la balanza está inclinada, o fuera de punto por decir lo menos.

Con cierto menosprecio nos tratan como los “viejitos de antaño”, los “retros” y no “progresistas” que no se han enterado del siglo en que vivimos y que se encuentran atravesados en el camino de la modernidad, impidiendo el avance de un mundo mejor para todos, un mundo más justo e inclusivo, etc. Socarronamente nos califican como los que todavía creen en las fábulas de un añejo libro llamado la Biblia…, etc. Para ellos, todas las luces, todas las cámaras y los micrófonos, por favor. Para los que disentimos con esa práctica, nos definen peyorativamente como “homofóbicos” y solo falta que nos digan: Shut up!

Conclusión

Creo firmemente, y sin discriminar a nadie, en lo que dijo Jesús: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo? (Mateo 19.4).

Y por favor, no tuerzan, no mientan ni traten de interpretar fuera de contexto estas palabras, porque despertarán al “apologeta”, -sencillo, pero categórico-, que traigo adentro, un “auto-didacta a la fuerza” que por más de 40 años he creído en Cristo, y lo conozco como el único camino, la verdad y la vida.

Concluyo con esta palabra: "Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?” (Salmo 11.3). Creo que todos sabemos la respuesta.

Dios guarde a su iglesia. Bendiciones, AGAL (150717).-

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